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miércoles, 28 de agosto de 2013

El 29 de agosto es el día del Abogado. A continuación la entrevista que el hice a fines de marzo de 2008 a la doctora Berta Goligorsky, una mujer que honró su profesión, amando y defendiendo a los más pobres y desprotegidos. Un pequeño homenaje a una gran mujer.


La celebración de la vida

Cuando la conocí, era abogada, tenía 96 años y desde hacía 58 años asesoraba y defendía a los más humildes de entre los humildes. Una historia conmovedora de amor y servicio.

“He tenido mucha suerte en mi vida”, afirma la Dra. Berta Goligorsky, mientras nos sentamos a conversar en su luminosa y austera oficina, “no sólo porque pude ser abogada que es lo que más me gusta en la vida, sino porque desde hace 58 años que comparto el estudio con el mismo socio, el Dr. Néstor Elicabe (88 años) quien además fue compañero mío de facultad y con quien me recibí en 1950. El equipo se completa con  el Lic. Juan Manuel Gavio (76 años) que colabora con nosotros desde hace 20 años. Muchos colegas me cuentan de sus peleas, nosotros no hemos tenido nada de eso”. Pero a la suerte, Berta la acompañó con mucho trabajo. Cuando ingresó a la Facultad, las mujeres representaban menos del cinco por ciento del alumnado, por lo que cuando entraban a clase, muchos compañeros, extrañados, les preguntaban qué hacían en el recinto. “Venimos a estudiar, como ustedes”, respondían, a lo que los varones contestaban, “Sí, pero son mujeres”. Ello no impidió que luego de arduos años de estudio y una vez logrado su título, visitara a su profesor de Derecho Laboral, el Dr. Hugo Alsina que era Director del Instituto de Enseñanza Práctica (que sigue funcionando en la actualidad) para que la dejara trabajar allí. “El Dr. Alsina aceptó pero sólo si lo hacía ad honorem. El nunca lo supo, ¡pero yo hubiera pagado por trabajar allí! Así es como ingresé al Instituto y  transcurridos los primeros tres años, pasé a formar parte de la planta estable. Allí trabajé hasta 1980 y fueron años fantásticos. Era maravilloso poder ayudar a toda esa gente. Solucionar los conflictos que afligían a tantas personas fue mi gran premio porque ¿quién dijo que el éxito tiene que traducirse necesariamente en dinero? Nadie puede pagar la satisfacción que me causó hacer este hermoso trabajo porque a la vez que atendíamos las necesidades de litigar y de defensa de los ciudadanos, también formábamos a los alumnos que venían al Instituto”.  

Con el tiempo la Dra. Goligorsky se hizo conocida ente los Jueces de Familia a través de sus escritos y comenzaron a designarla, ellos mismos, como curadora (una figura equivalente a la del tutor pero responsable de las personas insanas). “Que confiaran en mí para semejante responsabilidad fue uno de los mayores premios dentro de mi trayectoria. Pero tuve tantas alegrías…Una vez me vino a ver un hombre agobiado por el hostigamiento de su acreedor. Reconocía la deuda pero no la podía afrontar porque había cerrado la fábrica en la que trabajaba, su esposa estaba enferma y tenía dos hijos adolescentes que iban a la escuela. Entonces me puse en contacto con el acreedor, que era un empresario y le explique la situación. Después de un rato de charla le propuse que le diera un empleo a su deudor para que con el tiempo, pudiera pagarle de su sueldo. Al principio la idea le pareció descabellada y no quiso aceptar, pero cuando lo convencí de que no perdería nada, acepto. Cinco años después, mi cliente había pagado su deuda y en la empresa estaban tan contentos con él que lo habían ascendido”.

Cuando hablamos de su vida personal, me dice que le hubiera encantado casarse y tener hijos y muchos nietos, pero lo cierto es que eso nunca “se dio” por lo que se dedicó a viajar por el mundo cada vez que pudo. Como resultado de sus viajes publicó dos libros, Vagabundeando por el Lejano Oriente y Hawai (1977) y Vagabundeando por Polinesia, Oceanía y Asia Tropical (1979). “Aunque no lo crea,” cuenta Berta con picardía, “treinta años después, para Navidad, sigo intercambiando postales con algunas de las personas que conocí en mis viajes. Hoy mi vida es muy distinta porque hace tres años me caí y me rompí la cadera, por lo que ya no litigamos en Tribunales, una pérdida enorme para mí. Por eso ahora nos dedicamos exclusivamente al asesoramiento y el que quiera nos puede encontrar en el estudio de lunes a jueves por la tarde”. Cuando le pregunto cómo logró llegar a su edad con tanta salud, se encoge de hombros y dice que es vegetariana desde hace 50 años porque no quiere matar para comer cuando puede alimentarse perfectamente con frutas, verduras, cereales y yogurt. 

Antes de irme me confía su último deseo: “terminar mi vida sin molestar a nadie, sin molestarme a mi misma y pasar del sueño corto al sueño largo”.

Que así sea.