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jueves, 29 de octubre de 2015


Mujeres de Seda y Tierra


Mujeres que a través del tejido de ponchos y solidaridades conservan tradiciones ancestrales y la humanidad en los vínculos.

 
            La Lista Roja de Especies en Peligro de Extinción, respaldada por gobiernos, científicos y ecologistas, incluyó este año a 77.340 especies evaluadas, de las cuales 22.784 están amenazadas de extinción. En 2007 esa amenaza alcanzaba a 16.300. Las nuevas especies que engrosa esa lista son los grandes simios, el delfín blanco, los corales, el lince hibérico, entre tantos más...

A la vez que van desapareciendo especies enteras de la faz de nuestra tierra, con el brutal empobrecimiento que ello significa, también van desapareciendo grupos aborígenes de rica cultura y centenaria existencia. Y con ellos mueren tradiciones ancestrales con lo que el mundo también pierde en diversidad y abundancia.

Mario Vargas Llosa, en su hermoso libro El Hablador, da cuenta de la lenta muerte de  cultura machiguenga, oriunda de la selva peruana que rodea los ríos Urubamba y afluentes. Los machiguengas son una tribu nómada que se mantiene en movimiento pues cree que es su eterno y perpetuo derrotero por la espesura el que mantiene al mundo girando. Si por cansancio, hastío o cualquier otro motivo ellos decidieran dejar de caminar y se volvieran sedentarios, el mundo se caería y todos pereceríamos. Así pues, aún hoy sus 8679 individuos censados, siguen recorriendo lo que va quedando de esa selva húmeda y tupida. Casi no pueden evitar el contacto con el hombre blanco lo que genera grandes problemas culturales. La tensión entre seguir en la selva recordando una cultura que se halla en sus tramos finales y formar parte de la cultura “blanca”, más “fácil y cómoda” pero desprovista de todo lo propio y lo sagrado, genera muchas deserciones, sobre todo entre los más jóvenes.
 
 
Pero  el mundo puede “caer” o morir de muchas maneras. Pueden morir físicamente animales, hombres y mujeres o pueden morir sus tradiciones, que es otro tipo de extinción, tan trágica como la primera. Ruth Corcuera en su libro, Mujeres de Seda y Tierra,  intenta recuperar una tradición que como la machiguenga, corre serios riesgos de desaparecer. Dice: “revindico el mundo criollo rural, el olvido en que se encuentra y el esfuerzo de las mujeres que en sitios inhóspitos mantienen fuerte solidaridades y técnicas textiles que por primera vez se dan a conocer… Los ponchos que ellas tejen para el mercado masivo no manifiestan la destreza  ni el esmero con el que si  confeccionan aquellos que hacen para regalar a sus familiares o amigos. Diferencian perfectamente bien aquello que pueden vender a un público que no conoce demasiado sobre el tema y los tejidos que son para aquellos que comparten con ellas conocimientos y afectos”. Es que los tejidos cuentan historias: hablan de su propia tierra y de las manos que los crean. Entre los machiguengas, existe la figura del Hablador, que es el que se ocupa de visitar las familias dispersas por el bosque para recordarles sus tradiciones, la genealogía de sus dioses, las novedades de lo que sucede entre ellos… Cuando él llega, la familia se reúne en torno del fuego para escuchar lo que este contador de historias y de tradiciones tiene para contar de nuevo y para recordar. El clima es de fiesta, ¡reciben tan pocas visitas que hablan su lengua!

Ante tanta erosión y tanta pérdida de lo diverso surge una pregunta inevitable:¿qué pierde el mundo sin los machiguengas? Y también ¿qué pierde el mundo sin nuestros  ponchos criollos? Ruth Corcuera responde si dudar, “Si queremos re humanizar la cultura, debemos hacer todo lo posible para que ese segundo aspecto no se pierda. Lo impersonal y mecánico va cancelando facetas de lo humano”.

Cada uno puede encontrar formas de acotar lo mecánico y lo impersonal. Pero no lo vamos a hacer a través de una pantalla.