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jueves, 28 de julio de 2016


Potenciales machistas


Por Agustina O'Donnell

 

Hace unos días escuché desde el living de mi casa a dos chicos jugando y uno le decía al otro: “jugás como una nena”, y se lo decía con la intención de agredirlo. No era la primera vez que escuchaba un insulto así en boca de un varón pequeño, de hecho lo había escuchado un montón de veces, y también recordé que lo mismo estaban escuchando mis hijas desde sus habitaciones. 



Comentarios de niños sin evidentes visos de peligrosidad, pero si se suman a los mensajes que esos mismos menores reciben desde su primer día de vida de los programas de tv y en particular de las publicidades, llegué a pensar que quizás fuera ese el origen de potenciales maridos, jefes, hermanos, o amigos machistas. Y en esta cruzada tendiente a impedir nuevas generaciones de machistas no es menor el rol de las madres de hijos varones. Y no hace falta que los hagan jugar con muñecas, como en Suecia o Finlandia para mostrar una crianza acorde a los principios básicos y elementales de la educación no machista.



Ser una nena no puede ser nunca un insulto.



Hay que explicarles, ya desde chicos, que ninguna madre es feliz si para su día le regalan un detergente, por mejor fragancia que tenga,  superhéroe incluido,  que limpiar la casa es lo que más odian hacer, igual que los hombres, ya que  cuando pueden contratan a otros para que lo hagan, en general mujeres; que los regalos de cupones de descuentos en spa de uñas no son su meta ni su meca, que lo que quieren para su día es un buen libro, o ir a ver un buen espectáculo o un buen descuento en el service mecánico para su auto, porque ellas también tienen auto y para ellas también el service es caro. Y  si no, prefieren un ramo de flores o un buen beso.



Hay que decirles también que no es gracioso el aviso de la publicidad de una tarjeta de un banco en el que una mujer aparece como una compradora compulsiva… Que les expliquen que así no son las mujeres. Que su mayor placer es comprar para otros y, además, con su propia plata.



Quizás sea casual, pero no hay nadie en mi familia que responda al perfil de esta publicidad, ni hay tampoco en las familias de mis amigas ni en las de mis colegas de trabajo, ni en los ámbitos académicos a los que concurro donde cada vez hay más mujeres académicas, ninguna de las cuales sacrificó proyectos personales para estar ahí; todas ellas de clase media como yo. La realidad es que la clase baja no tiene tarjeta de crédito y la clase alta no necesita campañas de publicidad para gastar. 



Es que no nos hace mejor sociedad solo ser solidarios con las víctimas de los femicidios y asistir a todas las marchas que se organicen. Lo que nos hace mejores es evitar engendrar nuevos machistas y de ese modo que los actos machistas no lleguen, por la razón que fuere, al brutal extremo del femicidio. 


Y, sí, soy madre de dos mujeres, ¿se nota?