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miércoles, 3 de mayo de 2017


Soltera ¿En serio?


“En 2009 el número de mujeres solteras  superó por primera vez en EE UU al de casadas y un 46% de las menores de 34 años nunca han contraído matrimonio”, dice Andrea Aguilar en Solas porque sí*, una nota imperdible en El País Semanal.
Esta estadística es impactante porque las solteras siempre figuraron en el primer renglón de la peor lista que todas las sociedades – tanto occidentales como orientales- elaboraron para las mujeres a lo largo del tiempo. Ni siquiera un soltero es tan “horrible” como una soltera.
Y si bien las cosas están cambiando de apoco y la opción de no casarse nunca ya dejó de ser un disparate, al menos en gran parte de occidente, sigue cayendo un velo de sospecha sobre una mujer que nunca se casó. En demasiados casos se la suele ver como alguien egoísta, raro o con graves problemas psicológicos. De hecho, hace unos pocos años, en un programa de radio, mientras me entrevistaban a propósito de la salida de uno de mis libros, dije algo que enfureció a un señor, furia que lo llevó a grabar un mensaje diciendo: “Ella dice lo que dice porque seguro que es fea y nunca se casó”. La conductora y yo nos reímos un buen rato, pero siempre me quedó esta idea de que las solteras la pasan peor/o necesitan dar explicaciones solo porque eligen un modelo de vida diferente. Y cuando digo solteras no me refiero a aquellas mujeres que ya tuvieron una gestión y tras el divorcio vuelven a estar disponibles. No, no me refiero a ellas. Hablo de las que nunca se casaron.

Lo cierto es que desde las estadísticas y desde los modelos que aparecen en las series de  TV, hoy hay más mujeres solteras pero todavía no escapan del todo a la estigmatización. Aguilar, en la nota mencionada cita la historia de una joven de la posguerra con un novio imposible al que aguantó y esperó hasta que él le propuso matrimonio. El día de la boda, vestida de blanco en el altar, al ser preguntada si tomaba a su novio como esposo, dijo: “No, y si he llegado hasta aquí es para que sepan todos ustedes que si me quedo soltera es porque me da la gana”.
En la práctica, lo que pensamos a nivel individual y colectivo configura los estereotipos y modelos culturales que rigen los contextos en los que vivimos. Eso significa que podemos cambiarlos. ¡Una opción muy saludable!